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In this article for Israel Internacional, author and B’nai B’rith International Director of Latin American Affairs Eduardo Kohn explains that the Holocaust cannot be forgiven, and that the President of Brazil Jair Bolsonaro should not have said that it could be.

Hace más de 40 años, Simón Wiesenthal escribió un relato (El girasol) que convirtió en un simposio escrito, ya que de su narración, se abrieron opiniones de prominentes personalidades sobre los límites del perdón, que así se llama el libro, editado y reeditado varias veces.

En El Girasol, Simón Wiesenthal es un hombre judío que está en un campo de concentración nazi, y cuenta cómo se vive y las situaciones a las que estaba sometido junto a los demás judíos. Un día lo mandaron a trabajar al Instituto Tecnológico, que  se había convertido en un hospital para los soldados heridos. Allí una enfermera lo llamó y lo llevó dentro del edificio. Lo condujo a una sala donde se encontraba un hombre tumbado en una cama, con el cuerpo lleno de vendajes, era un soldado de la SS y estaba a punto de morir. La enfermera lo había llevado hasta allí, porque el soldado le había pedido que le trajese a un judío. El soldado necesitaba contarle los crímenes que había cometido a un judío para que lo perdonase y así poder morir en paz.

Cuando terminó de contarle todos los crímenes, el soldado le pidió si lo perdonaba, pero él no dijo nada y se fue de la habitación sin responderle. Cuando llegó al campo de concentración estuvo mucho tiempo dándole vueltas a ese tema, se preguntaba si debía o no debía perdonar a un criminal nazi.

Cuando le contó la extraña experiencia a sus amigos, estos se quedaron muy sorprendidos y todos le dijeron que había hecho bien en no responderle.

Poco después de su liberación del campo de concentración, se alistó en una comisión que investigaba los crímenes nazis.

Un día se acordó del soldado de la SS y sintió que tenía que ir a ver a su madre para conocerlo mejor y así poder tomar una decisión. Cuando se encontró con su madre, solo le contó que había sido muy buen  pero desde que se unió a la SS ya no fue el mismo. Simón Wiesenthal siguió con la misma duda.

Al final del libro pregunta que hubiéramos hecho en su lugar.

Uno de los muchos que abordaron la pregunta, el filósofo e historiador Tzvetan Todorov fue uno de los que contestó. Su opinión fue que Wiesenthal no tendría que haber perdonado nada, ni en nombre de nadie, ya que no sufrió el daño por parte del soldado, y los que tendrían que perdonarlo ya no estaban para poder hacerlo.

Todorov pensó que el soldado quizás merecía un trato distinto a los demás criminales nazis por haberse arrepentido, cosa que no hicieron los demás, pero no merecía el perdón.

Creemos que Todorov tiene razón, ya que Wiesenthal no podría haber perdonado en lugar de otras personas. El perdón es un acto individual. ¿Perdonar en nombre de los seis millones de asesinados? ¿Perdonar en nombre de los que fueron masacrados por ese soldado? Si no hubiese estado al borde de la muerte, ¿estaría arrepentido?. Todas las pruebas públicas dicen lo contrario: ningún nazi se arrepintió en Nuremberg (el seudo arrepentimiento retórico de Albert Speer no es ni creíble y menos aceptable); ningún asesino se arrepintió en juicios posteriores.¿Eichmann se arrepintió?. Todo lo contrario. Los asesinos mataron con orgullo y pasión. Y ni que hablar que ninguna de las seis millones de víctimas nos legaron el derecho a perdonar. Imposible.

Hace tres semanas el Presidente de Israel Reuven Rivlin escribió en twitter:”Lo que Amalek le hizo a nuestro pueblo está profundamente registrado en nuestra memoria, la memoria de un pueblo antiguo. Siempre nos opondremos a aquellos que niegan la verdad o que desean borrarla, sean individuos o grupos, líderes políticos o primeros ministros. Nunca perdonaremos y nunca olvidaremos”.

El motivo del tweet del Presidente Rivlin fueron las declaraciones del Presidente de Brasil ante una amplia audiencia de líderes evangélicos, al mencionar que los crímenes del Holocausto pueden ser perdonados, pero no olvidados.

Después de esas declaraciones, han habido aclaraciones, comentarios, tweets, opiniones de Iad Vashem, la ya citada opinión del Presidente de Israel que días después la modificó un poco, pero lo escrito, escrito está, y lo dicho, dicho está.

Iad Vashem fue escueto:”Estamos en desacuerdo con la declaración del Presidente de Brasil en cuanto que el Holocausto puede ser perdonado. Nadie está en posición de determinar quién y qué crímenes del Holocausto pueden ser perdonados”.

En lo que nos concierne, creemos que el Presidente de Brasil está lejos de los negadores de la Shoá y de los países y bandas de seudo intelectuales que están detrás de esa agresión,y ha demostrado reiteradamente su buena relación con Israel.

Pero cuando el Presidente de uno de los países más grandes del mundo, el más grande de América Latina, habla en público, siempre está dando un mensaje oficial, que queda filmado, grabado, escrito y registrado.

Y aunque después se diga que hay una mala interpretación de los dichos, no es con el Presidente de Israel ni con Iad Vashem ni con el pueblo judío con el que hay que enojarse.

Hay que reconocer que se cometió un error, si se cree en ello. Y pedir perdón, ahora sí el perdón, si se ve que se ha lastimado a las víctimas de nada más ni nada menos que los crímenes nazis.

En estos días hemos conmemorado el Día de Recordación del Holocausto y el Heroísmo. Donde hay lugar estricto y completo para la memoria. Donde no hay lugar para resbalones.

Si alguien se resbala, que se levante y reconozca el tropezón. En este mundo actual que multiplica el odio antisemita en Europa, Estados Unidos y América Latina; en este mundo de asesinatos en sinagogas, profanaciones de cementerios judíos, incitación al odio desde la propias agencias de Naciones Unidas, no sólo vamos a conmemoramos y recordamos, sino que levantamos la voz para que todos –desde la comunidad internacional hasta los incitadores antisemitas instalados en aulas académicas y redes sociales- sepan que no habrá más tolerancia para los silencios, las omisiones, las indiferencias, como hace 80 años.

Conmemoramos, recordamos y exigimos, para que, tanto los que gobiernan como los que caminan por las calles, sepan de una buena y definitiva vez que después de la Shoá hay tres cosas que haremos de aquí a la eternidad: no callarnos, no olvidar, no perdonar.